ARQUITECTURA E INTERIORISMO
CATEGORÍA RESIDENCIAL
AÑO 2020
CAJICÁ, COLOMBIA
EN CONSTRUCCIÓN
ARQUITECTURA E INTERIORISMO
CATEGORÍA RESIDENCIAL
AÑO 2020
CAJICÁ, COLOMBIA
EN CONSTRUCCIÓN
PRIMERO ESTUVO LA LUZ
Los que eligen vivir en medio de la naturaleza han de tener un alma distinta, una intuición aguda, una sabiduría inherente. Han de tener, los sentidos blandos: para escuchar al viento, para sentir el sol, para probar la lluvia, para mirar los árboles.
Sabe bien la vida que somos de ese equipo, del que advierte al universo y sus conexiones como un milagro verdadero. Supo bien la vida el regalo grande que nos hacía al unirnos con Alejandra y Fernando para ser los inventores de su nuevo hogar. Atrás queda la Bogotá caótica, la ciudad del ruido y el afán y dentro de esa reserva forestal está el sonido de la profundidad, del tiempo pausado.
De lejos parecían tímidos, distantes; pero bastó acercarnos un poco para saber que son de arena, que llevan dentro la calma de un cielo despejado. Caminamos entre el bosque, nos contaron sus anhelos, les contamos nuestro manifiesto de vida. La naturaleza nos empalmó: nosotros estaríamos a cargo de la arquitectura y del diseño interior; ellos serían el recordatorio de que no pasa un día sin que agradezcamos este oficio. Nos llaman arquitectos, pero nuestra profesión es más la de observadores; la de mirar los ojos de quienes conocen su hogar por vez primera.
Vacío es también una palabra que de lejos arroja lo que no es. Se le confunde con lo inhóspito, con lo oscuro, con un agujero. En cambio, en esta casa, la de Alejandra y Fernando, es lo inverso: aquí el vacío suma, porque la luz se cuela 360 grados, hace eco hasta ocasionar un estado detenido, porque la naturaleza se asoma con delicia. Por eso la geometría a la que acudimos es ligera, despejada. Por eso el patio central en círculo; lo infinito e indivisible. Por eso el cuarto de huéspedes, impoluto y presto a la desconexión. Por eso esta casa es causa y efecto de sus dueños, de su simpleza para todo y cada cosa.
Va encajando, va ocurriendo esta casa y se nos hace inevitable adelantarnos en el tiempo: nos vemos siendo espías de los ojos solares de Alejandra y Fernando, nos vemos abriendo esa puerta, vemos cómo nos tiembla el alma de alegría. Y los vemos a ellos, evitando que la dicha se les escurra entre las manos. Tomándose un café, sentándose juntos a comer, agradeciendo por el milagro de coincidir primero los dos para que hoy sean una familia de cuatro. ¿No es la felicidad un legado inmortal?